Como avancé, aquí va una nueva teoría. Se me ocurrió yendo de rebajas con una amiga que se lavó las manos antes de salir de casa y acabó empapada. Empezamos a hablar sobre ello y acabó derivando en el tema de lavarse las manos.
Las chicas solemos ir 30 mil veces al día al baño (al menos yo y las que conozco!), así que vayamos donde vayamos, tendremos que ir a un baño: en un bar, discoteca, restaurante, universidad, trabajo, hotel, etc. No comentaré las peripecias que tenemos que hacer para conservar nuestra integridad (todas las conocemos: aguanta los pantalones para que no toquen el suelo, el bolso porque no hay perchero, busca el papel, si hay, etc.). Supongamos que lo hemos superado. Ahora solo faltará superar la prueba del lavado de manos. Arduo trabajo.
Habrá más de un lavamanos, así que escogeremos el que esté libre, por supuesto. Vamos a pulsar el pulsador para que salga el agua y no habremos comprobado la presión con la que sale, así que nos acabaremos empapando y lavándonos más que las manos, los brazos. No pasa nada, es agua. Esperemos que sea verano y el calor haga que se evapore rápido, porque dependiendo de dónde te has mojado puede parecer que no tienes mucha… puntería.
Seguimos con el proceso. Ahora toca el jabón, la parte más peligrosa de todas. El jabón estará a quilómetros del lavamanos, así que iremos con las manos chorreando hasta la otra punta y empezaremos a indagar cómo coño funciona ese aparatejo. Los hay que funcionan pulsando de abajo a arriba, de arriba a bajo, por en medio, los que te disparan el jabón, los que lo sueltan gota a gota y un sinfín de tipos más. (Me empiezo a parecer a Forrest Gump: lluvia que cae de arriba, lluvia fina, lluvia que cae de lado…) Recemos para que no nos pase lo mismo que con el agua, porque entonces no habrá calor que lo arregle. Intentaremos quitarlo con agua y empezará a salir una pastita blanca con burbujas imposible de esconder.
Hasta el moño ya de todo, vuelves con las manos llenas de jabón a por más agua y parecerá que todo ha terminado, pero queda un paso más: secarnos. El secamanos famoso estará en el extremo contrario al jabón (totalmente verídico), así que volveremos a caminar con las manos chorreando hasta el trasto que acabará con la historia.
Nos encontraremos con más problemas, como no, pues existen secamanos con botón, automáticos, semiautomáticos… si nos toca uno con botón, lo empaparemos con nuestra mano limpia (ahora ya no, a saber cuánta gente habrá pulsado ese mismo botón) y tendremos 15 minutos eternos para calentarnos las manos. Cuando les falte un pizquitín de nada para secarse del todo, el cacharro se apagará.
Una versión “mejorada” es la semiautomática, con la que en vez de 15min eternos tendremos 5 segundos, y las manos se acabarán secando más por el movimiento de pulsar el botón que por el aire caliente.
Si el secamanos es automático, tendremos que acercar tanto las manos para secarnos que nos acabaremos quemando, pero si las apartamos un poco, la máquina parará. Será un: encenido ‐ ugh – apagado – ohh – encendido – ugh … y así en plan “padre de familia” hasta años después. Cuenta la leyenda que aún hay gente intentando secarse las manos en algún baño del planeta desde tiempos inmemoriales.
Las chicas solemos ir 30 mil veces al día al baño (al menos yo y las que conozco!), así que vayamos donde vayamos, tendremos que ir a un baño: en un bar, discoteca, restaurante, universidad, trabajo, hotel, etc. No comentaré las peripecias que tenemos que hacer para conservar nuestra integridad (todas las conocemos: aguanta los pantalones para que no toquen el suelo, el bolso porque no hay perchero, busca el papel, si hay, etc.). Supongamos que lo hemos superado. Ahora solo faltará superar la prueba del lavado de manos. Arduo trabajo.
Habrá más de un lavamanos, así que escogeremos el que esté libre, por supuesto. Vamos a pulsar el pulsador para que salga el agua y no habremos comprobado la presión con la que sale, así que nos acabaremos empapando y lavándonos más que las manos, los brazos. No pasa nada, es agua. Esperemos que sea verano y el calor haga que se evapore rápido, porque dependiendo de dónde te has mojado puede parecer que no tienes mucha… puntería.
Seguimos con el proceso. Ahora toca el jabón, la parte más peligrosa de todas. El jabón estará a quilómetros del lavamanos, así que iremos con las manos chorreando hasta la otra punta y empezaremos a indagar cómo coño funciona ese aparatejo. Los hay que funcionan pulsando de abajo a arriba, de arriba a bajo, por en medio, los que te disparan el jabón, los que lo sueltan gota a gota y un sinfín de tipos más. (Me empiezo a parecer a Forrest Gump: lluvia que cae de arriba, lluvia fina, lluvia que cae de lado…) Recemos para que no nos pase lo mismo que con el agua, porque entonces no habrá calor que lo arregle. Intentaremos quitarlo con agua y empezará a salir una pastita blanca con burbujas imposible de esconder.
Hasta el moño ya de todo, vuelves con las manos llenas de jabón a por más agua y parecerá que todo ha terminado, pero queda un paso más: secarnos. El secamanos famoso estará en el extremo contrario al jabón (totalmente verídico), así que volveremos a caminar con las manos chorreando hasta el trasto que acabará con la historia.
Nos encontraremos con más problemas, como no, pues existen secamanos con botón, automáticos, semiautomáticos… si nos toca uno con botón, lo empaparemos con nuestra mano limpia (ahora ya no, a saber cuánta gente habrá pulsado ese mismo botón) y tendremos 15 minutos eternos para calentarnos las manos. Cuando les falte un pizquitín de nada para secarse del todo, el cacharro se apagará.
Una versión “mejorada” es la semiautomática, con la que en vez de 15min eternos tendremos 5 segundos, y las manos se acabarán secando más por el movimiento de pulsar el botón que por el aire caliente.
Si el secamanos es automático, tendremos que acercar tanto las manos para secarnos que nos acabaremos quemando, pero si las apartamos un poco, la máquina parará. Será un: encenido ‐ ugh – apagado – ohh – encendido – ugh … y así en plan “padre de familia” hasta años después. Cuenta la leyenda que aún hay gente intentando secarse las manos en algún baño del planeta desde tiempos inmemoriales.
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